domingo, 24 de febrero de 2008

ABC de las Artes y las Letras, 23 de febrero de 2008

Espionaje atómico

José María Pozuelo Yvancos
La anterior novela de Andrés Pérez Domínguez, titulada La clave Pinner, descubrió a un novelista con excelentes cualidades, desplegadas en un género como la novela de espías, con un fondo de conflicto político. En aquel caso, la acción tenía que ver con España y con un complot para asesinar a Franco.

En El factor Einstein, Pérez Domínguez confirma e incluso acrecienta aquellas cualidades que pude señalar entonces de buen narrador, con instinto para seleccionar un buen tema. Respecto a la anterior tiene, por otra parte, dos ganancias: haber dado el salto al corazón del género, al tratar el espionaje nazi en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, y hacerlo con una red temática de enorme interés.

Carta a Roosevelt. La trama, ambientada en Berlín y Nueva York, con personajes históricos reconocibles que forman el mundo de los catedráticos de Física exiliados, contemporáneos y sucesores del gran Albert Einstein, hace girar la novela en torno a un hecho cierto: el peligro de que el régimen nazi desarrollara la fisión nuclear y por tanto una bomba atómica. Incluso se ofrece como colofón la versión original y traducida de la conocida carta en que Einstein advertía al presidente Roosevelt de ese peligro. Esa carta al cierre de la novela es la culminación de la trama, pues conseguirla es lo que mueve a unos personajes (los físicos Fermi y Szilard, citados, por cierto, por el propio Einstein en tal misiva), y que tal hecho no se produjera es lo que se propone el espionaje nazi, que ha mandado para ello a Frida Klein, una hermosa investigadora, discípula de Steiner y del propio Einstein, quien actúa de espía, disfrazada de exiliada.

La novela, independientemente de sus capítulos, tiene dos partes principales: la atmósfera berlinesa, cuyo tempo de desarrollo es magnífico y alcanza soberbias escenas, como la del encuentro casi frustrado de Frida con el contacto del Consulado español en el café berlinés, y la de Brooklyn, donde se sigue la soledad que vive uno de los personajes mejor trazados, el profesor Alfonso Altamira, catedrático de Física en la Complutense, exiliado a Estados Unidos, que es el gancho del que se servirá Frida para llegar a Einstein, quien vive semirretirado en Princeton.

Pérez Domínguez domina muy bien los recursos del género, tanto la atmósfera de las ciudades, que ha descrito con mucho cuidado, como lo que podríamos llamar urdimbre narrativa del interés, que crea en el lector la necesidad de saber en qué va quedar todo. Es decir, buena atmósfera y buena trama. Por esas buenas cualidades, este crítico no entiende la necesidad de dos ingredientes que se encuentran no demasiado bien desarrollados.

Por un lado, se explica mal la necesidad de los padres adoptivos de Frida de decirle de repente la verdad. Es algo que se resuelve con demasiada facilidad y demasiada rapidez para la importancia que tal función ha de tener en la trama, por lo que se ve como un mecanismo de deus ex machina algo forzado. El otro es la necesidad de que Frida sea una hija extramatrimonial a quien Einstein ha abandonado. Una novela tan bien urdida desde el punto de su tensión y de su bien organizada trama, ¿tenía realmente necesidad de añadir ese ingrediente psicodramático? ¿No era suficiente que Frida, como espía nazi, quisiese acabar con Einstein? ¿Es necesario que se crea hija suya?

El límite de la ficción. Literariamente, que es lo que importa, le parece a este crítico que no, y que tal ingrediente antes estorba que facilita la credibilidad de la historia. Independientemente de que la novela, al haber introducido nombres reales, historias verdaderas (como la carta última dirigida a Roosevelt, etc.), debía haber aclarado en una nota final cuál es el límite de la ficción y de la realidad en tal asunto. La memoria de Einstein y su derecho como ciudadano a tenerla libre de tan graves suposiciones, seguramente lo habría agradecido, pero también el lector, precisamente para dejar fuera de sospecha que haya trampa en el desarrollo de tan apasionante trama, sospecha que permanece en el aire, lo que a mi juicio enturbia su relación con la novela. Y eso que, ya digo, desde el punto de vista de su cuidado en los personajes, de la gradación de la tensión y de la construcción de atmósferas, queda claro que Pérez Domínguez es buen escritor. Solamente lo dicho y un cierto exceso en las escenas de asesinato, como la demora en el caso de los dos sexagenarios en la barca, grava algo la que por otra parte se lee apasionadamente como una buena realización del género de espionaje.

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